Una visita con Paulo Mendes da Rocha

Carlos Brillembourg narra su encuentro con el maestro brasileño, que a sus 83 años aun practica y da clases, convincentemente afirmando que la arquitectura es una "sublima declaración de la dignidad humana".

Vista desde el aire, São Paulo aparenta ser ordenada –una cuadrícula continua ubicada entre dos ríos que fluyen en dirección este – oeste y norte – sur, sin importar los cambios de elevación que generan sus muchas colinas. Aquí, la propuesta urbana que formuló Le Corbusier para São Paulo en 1929 está presente en mi cabeza. Incluso la mayoría de los barrios marginales parecen tener caminos e infraestructura. Es imposible obtener un vistazo rápido de la ciudad. Lo sorprendente es observar el horizonte interminable de edificios de treinta pisos construidos sobre estas colinas tan gentiles mientras manejamos lentamente sobre las carreteras que llevan al centro de la ciudad.

El lunes 3 de septiembre de 2012 llamé a la oficina de Paulo Mendes da Rocha, y su secretaria de muchos años, Dulcinea, me dijo que Paulo Mendes da Rocha tenía lleno el calendario de esa semana tan ocupada, en la que se inauguraría la Bienal de arte. Más tarde ese mismo día, me encontraba almorzando con mi amiga, la profesora e historiadora Ruth Verde Zein en un viejo café cerca de la Universidade Presbiteriana Mackenzie, donde ella da clases. Ella volvió a hablar a la oficina de Mendes da Rocha y concertamos una cita para las 5:30 de ese mismo día.

Paulo Mendes da Rocha es un hombre amable y elegante. La oficina, ubicada en un edificio de la década de 1940 cerca de la Praza de la Republica en São Paulo tiene una planta abierta con columnas redondas y un muro de cortinas de hierro. Nuestra conversación en la mesa de conferencias transita entre arquitectura y política. Me tomó por sorpresa cuando mencioné a un escultor, arquitecto y fabricante de muebles del siglo XVIII llamado Aleijandinho (Antonio Francisco Lisboa 1738 – 1814). A su parecer, la época colonial, incluyendo la singular arquitectura barroca brasileña es irrelevante y carece de mérito. Me dijo que "esas horribles esculturas de madera están podridas en su interior". El completo rechazo de Mendes del valor del barroco brasileño era una cuestión personal. Es irónico que Aleijandinho quiera decir "el pequeño tullido". El hijo ilegítimo de un padre arquitecto, fue entrenado como asistente pero no reconocido en su testamento. Aleijandinho, de Ouro Preto, fue el arquitecto y escultor de algunas de las obras arquitectónicas más importantes de América. Su arquitectura comprendía la naturaleza radical del espacio barroco proveniente de Borromini y es muy diferente del barroco de México y Perú, marcado por sus superficies tan exuberantemente ornamentadas. Después entendí por qué la opinión de Mendes era esencial para su visión de la cultura brasileña. Para él, el continente americano es una tierra de libertad artística, removida de la trágica historia impuesta por la empresa colonial y del peso de la historia europea.

Principal: Vista aérea de São Paulo, Brasil. Arriba: Iglesia San Francisco de Asís en Ouro Preto, Brasil

Paulo Mendes da Rocha descarta la arquitectura enfocada en el espectáculo superficial y la imagen fotográfica de la "nueva arquitectura". En su proceso de trabajo de plantas y secciones emplea dibujos de línea sólida y maquetas de madera y cartón. Cuando discutimos su celebre renovación de la Pinacoteca do Estado de São Paulo me comenta que "no hizo nada, ya era un buen edificio, sólo tuve que remover las capas decorativas y transformar la rígida planta palladiana cubriendo los patios e introduciendo una nueva circulación que atraviesa la sección media de estos espacios vacíos con andadores de acero y un elevador". Esto no se trata de falsa modestia, sino de un ejemplo de la claridad con que Mendes ve el potencial de la arquitectura para transformar las condiciones existentes de cualquier sitio, en este caso un edificio del siglo XIX.

Después Paulo me pregunta "¿te gusta el whiskey?" y caminamos hacia su escritorio detrás de libreros y otra conversación empieza mientras enciende un cigarro y compartimos una copa. Hablamos acerca de cómo se conocieron sus padres: su papá, un ingeniero, tenía un trabajo diseñando y construyendo un puente en el sur de Brasil a principios del siglo XX; todo el trabajo se hacía con bueyes y trabajo manual. Cuando él decidió estudiar arquitectura su padre ya era un ingeniero establecido que impartía clases en la Universidad de São Paulo. No quería estudiar en la misma universidad donde su padre daba clases e ingresó a la carrera de arquitectura de la Mackenzie University, una escuela establecida por ingenieros escoceses que construyeron la mayoría de las vías ferroviarias del país, para que sus hijos pudieran aprender su profesión en una universidad que no fuera católica. Un par de años después de graduarse ganó el concurso para el Club Atlético Paulistano (São Paulo, 1958). Este edificio estableció su reputación como un arquitecto innovador capaz de usar de manera avanzada el concreto reforzado y estructuras de acero, en este caso usando una base de concreto escultórica como el ancla de una estructura de cabes de acero que a su vez sostienen el entramado metálico del techo.

João Batista Vilanova Artigas, FAU-USP (Faculdade de Arquitetura e Urbanismo da Universidade de São Paulo), São Paulo, Brasil

Después, João Vilanova Artigas, diez años mayor que él y uno de los profesores/arquitectos/ingenieros más influyentes de su generación, lo invitó a través de un representante a ser su profesor asistente en la Universidad de São Paulo en la FAU. Los treinta años de relación que pasaron dando clases juntos fueron importantes para ambos. Podría argumentarse que la transición de Artigas de su trabajo temprano influenciado por Wright a las crudas estructuras de concreto no sólo fue el resultado de sus conocimientos como ingeniero/arquitecto, sino también del contacto con su amigo cercano y colaborador en la docencia Paulo Mendes da Rocha.

A pesar de ser etiquetado como brutalista, el trabajo de Mendes da Rocha podría ser mejor descrito como esencialista, por su insistencia en la abstracción y la reducción de la arquitectura a una muy refinada poética espacial.
João Batista Vilanova Artigas, FAU-USP (Faculdade de Arquitetura e Urbanismo da Universidade de São Paulo), São Paulo, Brasil

A partir de la década de 1930 floreció una fuerte cultura modernista en Brasil, que produjo un grande e influyente grupo de artistas y arquitectos que tenían en común la visión de un futuro más próspero para su país. A principios de la década de 1950, Mendes da Rocha fue junto con otras personas parte de una vanguardia arquitectónico que inició en São Paulo. La nueva corriente profesaba una arquitectura diferente de la escuela de Carioca (Río de Janeiro), representada por Lucio Costa, Oscar Neimeyer, Jorge Moreira, Marcelo y Milton Roberto, Alfonso Reidy y Henrique Midlin.

Paulo Mendes da Rocha, Pinacoteca do Estado de São Paulo, Brasil

El arquitecto europeo más admirado por la escuela paulista era Mies Van der Rohe y no Le Corbusier. A pesar de que el concreto era el método de construcción más común en Brasil en ese momento, construyeron estructuras que combinaban el concreto y el acero, incluyendo el pre y post tensionado. Para 1951, habían establecido la Bienal de Arquitectura de São Paulo y exhibieron obras de arquitectos tan importantes como Carlos Raul Villanueva, Le Corbusier, Mies Van der Rohe, Walter Gropius, Max Biel, Paul Rudolph, entre otros. En la década de 1960 el grupo se expandió y consolidó como el grupo de arquitectos paulistas, entre ellos, las figuras clave eran Lina Bo Bardi, Batista Villanova Artigas, Palo Mendes da Rocha, Pedro Paulo de Melo Saravia, Ruy Ohtake y Joaquim Guedes.

A pesar de ser etiquetado como "brutalista", el trabajo de Mendes da Rocha podría ser mejor descrito como "esencialista", por su insistencia en la abstracción y la reducción de la arquitectura a una muy refinada poética espacial. El docel flotante de acero en la Plaza Patriarca (São Paulo 1999 – 2002) ofrece una entrada monumental al metro y se ha convertido en una importante estructura cívica que crea un centro urbano en esta extensa y amorfa ciudad. Las secciones delgadas de acero que forman el docel flotan sobre la plaza como una generosa ala. Su lenguaje arquitectónico nunca es literal; esta solución surge de la necesidad de refugio y lo articula en una expresión poética de valores civiles que son reminiscentes de las aspiraciones de Luis Kahn, quien dijo que "la necesidad son sólo tantas bananas". Quizás su proyecto más sorprendente es el Museo Estatal Pinacoteca, de 1993. Esta renovación/restauración de la Escuela de Artes y Manualidades, que data del siglo XIX, podría compararse con el Museo Castelveccio de Scarpa en Verona; se trata de un enfoque radical del edificio original, pero la diferencia más importante es que en vez de las soluciones obsesivamente únicas de Scarpa, las intervenciones de Mendes da Rocha se restringen al mínimo de expresividad, contrastando el caparazón desnudo en el exterior del edificio Beaux-Arts con las abstractas andaderas elevadas de acero dentro de los luminosos espacios abiertos de los viejos patios interiores.

Paulo Mendes da Rocha, Museu Brasileiro da Escultura (MuBE), São Paulo, Brasil

Este arquitecto, que aún practica y da clases a los 83 años, gradualmente se alejó de la adoctrinante expresividad estructural hacia estructuras refinadas y flexibles de acero y concreto reforzado que pueden albergar diferentes condiciones espaciales. A través de su trabajo en proyectos estatales como estadios, museos y proyectos cívicos, ha logrado poner en práctica su idea de que la arquitectura es una "sublima declaración de la dignidad humana". Este breve encuentro me dejó con la profunda impresión de un hombre cuyo compromiso con la arquitectura es igual al compromiso con sus valores "humanistas". Incluso cuando se enfrentó a las severas dificultades impuestas por un gobierno militarizado, Paulo Mendes da Rocha luchó por una arquitectura capaz de suspenderse en el tiempo en la misma forma en que toda la gran arquitectura se mantiene atemporal y siempre relevante, al mismo tiempo que construía las instituciones de una sociedad justa en un continente de interminables posibilidades.

Paulo Mendes da Rocha, pórtico de la Praça do Patriarca, São Paulo, Brasil