El lunes 3 de septiembre de 2012 llamé a la oficina de Paulo Mendes da Rocha, y su secretaria de muchos años, Dulcinea, me dijo que Paulo Mendes da Rocha tenía lleno el calendario de esa semana tan ocupada, en la que se inauguraría la Bienal de arte. Más tarde ese mismo día, me encontraba almorzando con mi amiga, la profesora e historiadora Ruth Verde Zein en un viejo café cerca de la Universidade Presbiteriana Mackenzie, donde ella da clases. Ella volvió a hablar a la oficina de Mendes da Rocha y concertamos una cita para las 5:30 de ese mismo día.
Paulo Mendes da Rocha es un hombre amable y elegante. La oficina, ubicada en un edificio de la década de 1940 cerca de la Praza de la Republica en São Paulo tiene una planta abierta con columnas redondas y un muro de cortinas de hierro. Nuestra conversación en la mesa de conferencias transita entre arquitectura y política. Me tomó por sorpresa cuando mencioné a un escultor, arquitecto y fabricante de muebles del siglo XVIII llamado Aleijandinho (Antonio Francisco Lisboa 1738 – 1814). A su parecer, la época colonial, incluyendo la singular arquitectura barroca brasileña es irrelevante y carece de mérito. Me dijo que "esas horribles esculturas de madera están podridas en su interior". El completo rechazo de Mendes del valor del barroco brasileño era una cuestión personal. Es irónico que Aleijandinho quiera decir "el pequeño tullido". El hijo ilegítimo de un padre arquitecto, fue entrenado como asistente pero no reconocido en su testamento. Aleijandinho, de Ouro Preto, fue el arquitecto y escultor de algunas de las obras arquitectónicas más importantes de América. Su arquitectura comprendía la naturaleza radical del espacio barroco proveniente de Borromini y es muy diferente del barroco de México y Perú, marcado por sus superficies tan exuberantemente ornamentadas. Después entendí por qué la opinión de Mendes era esencial para su visión de la cultura brasileña. Para él, el continente americano es una tierra de libertad artística, removida de la trágica historia impuesta por la empresa colonial y del peso de la historia europea.

Después Paulo me pregunta "¿te gusta el whiskey?" y caminamos hacia su escritorio detrás de libreros y otra conversación empieza mientras enciende un cigarro y compartimos una copa. Hablamos acerca de cómo se conocieron sus padres: su papá, un ingeniero, tenía un trabajo diseñando y construyendo un puente en el sur de Brasil a principios del siglo XX; todo el trabajo se hacía con bueyes y trabajo manual. Cuando él decidió estudiar arquitectura su padre ya era un ingeniero establecido que impartía clases en la Universidad de São Paulo. No quería estudiar en la misma universidad donde su padre daba clases e ingresó a la carrera de arquitectura de la Mackenzie University, una escuela establecida por ingenieros escoceses que construyeron la mayoría de las vías ferroviarias del país, para que sus hijos pudieran aprender su profesión en una universidad que no fuera católica. Un par de años después de graduarse ganó el concurso para el Club Atlético Paulistano (São Paulo, 1958). Este edificio estableció su reputación como un arquitecto innovador capaz de usar de manera avanzada el concreto reforzado y estructuras de acero, en este caso usando una base de concreto escultórica como el ancla de una estructura de cabes de acero que a su vez sostienen el entramado metálico del techo.

A pesar de ser etiquetado como brutalista, el trabajo de Mendes da Rocha podría ser mejor descrito como esencialista, por su insistencia en la abstracción y la reducción de la arquitectura a una muy refinada poética espacial.


A pesar de ser etiquetado como "brutalista", el trabajo de Mendes da Rocha podría ser mejor descrito como "esencialista", por su insistencia en la abstracción y la reducción de la arquitectura a una muy refinada poética espacial. El docel flotante de acero en la Plaza Patriarca (São Paulo 1999 – 2002) ofrece una entrada monumental al metro y se ha convertido en una importante estructura cívica que crea un centro urbano en esta extensa y amorfa ciudad. Las secciones delgadas de acero que forman el docel flotan sobre la plaza como una generosa ala. Su lenguaje arquitectónico nunca es literal; esta solución surge de la necesidad de refugio y lo articula en una expresión poética de valores civiles que son reminiscentes de las aspiraciones de Luis Kahn, quien dijo que "la necesidad son sólo tantas bananas". Quizás su proyecto más sorprendente es el Museo Estatal Pinacoteca, de 1993. Esta renovación/restauración de la Escuela de Artes y Manualidades, que data del siglo XIX, podría compararse con el Museo Castelveccio de Scarpa en Verona; se trata de un enfoque radical del edificio original, pero la diferencia más importante es que en vez de las soluciones obsesivamente únicas de Scarpa, las intervenciones de Mendes da Rocha se restringen al mínimo de expresividad, contrastando el caparazón desnudo en el exterior del edificio Beaux-Arts con las abstractas andaderas elevadas de acero dentro de los luminosos espacios abiertos de los viejos patios interiores.

