

La arquitectura contemporánea llega en forma de rascacielos que componen según el modus operandi de Miami una cinta costera. Esta profusión de prismas, envueltos en vidrio coloreado y extremamente climatizados, eclipsa las obras de más calidad. El acceso por autopista desde el aeropuerto tiene como punto de fuga el exclusivo barrio de Costa del Este, acúmulo de torres que se elevan sobre lo que fueron manglares, ciénagas y el basurero principal de la ciudad. Y es que desde los años 60 la industria inmobiliaria viene produciendo literalmente pilas de bancos, hoteles, oficinas, centros comerciales, sin establecer relación alguna con el entorno. Delimitando genéricos condominios mientras las zonas residenciales marginales reciben muchos inmigrantes y poca atención gubernamental.


Como una pátina que contamina las superficies, el llamado Feoclásico popular ejerce una influencia poderosa sobre la construcción civil de Panamá


Enfrentamos así el encuentro con las atrevidas formas del futuro Biomuseo diseñado por Frank Gehry. También llamado edificio Puente de Vida y localizado en la entrada Pacífica del Canal. Atendiendo las premisas oficiales “será un icono nuevo para Panamá”, “un edificio impactante, muy diferente a ninguna otra estructura que sus visitantes hayan visto”, “una experiencia memorable, aun cuando visto de lejos.”
Como en otras obras de Gehry, destaca su arbitrariedad formal, reivindicación de un impulso creativo subjetivo que ejercita la libertad individual. Parece aspirar a activar la economía reproduciendo el tan perseguido efecto Bilbao. Si bien las chapas de titanio dotaban al Guggenheim español de una tranquila continuidad material inédita, para el Biomuseo, Gehry se retrotae a la heterogeneidad de sus primeros trabajos deconstructivistas. Acentúa la fragmentación de los volúmenes con una paleta de colores deliberadamente excesiva.
Sólo queda aguardar su inauguración con el espíritu que destilaba Henry Miller a sus ochenta años: Lo más difícil para un individuo creativo es evitar el impulso de ver el mundo según su propia conveniencia y aceptar al prójimo por lo que es, malo o bueno o indiferente. Uno tiene que poner todo su esfuerzo aunque nunca resulte suficiente. — Isabel Martínez Abascal
