El ingeniero, el jardinero y la arquitecta

El Jardín Botánico no sólo conserva una enorme colección de distintas especies vegetales, sino que también proyecta el ideal de sacar el arte del museo para acercarlo a la gente de Culiacán, México.

Este artículo se publicó en la versión impresa de Domus México 01, Junio/Julio 2012

Let's accept the role of gardener as being equal in dignity to the role of architect.
—Brian Eno

Hace poco, en las charlas maratónicas organizadas por Hans Ulrich Obrist en el pabellón-jardín de la Serpentine Gallery, el músico, productor y artista Brian Eno, explicaba su manera de entender cómo se hace una composición musical a partir de la diferencia entre el arquitecto y el jardinero. "Un arquitecto –decía Eno– al menos en el sentido tradicional, es alguien que tiene un concepto detallado del resultado final en su cabeza. Su tarea es controlar la naturaleza lo suficiente para lograr que se construya." [1] Para el arquitecto, agrega, todo está bajo control. Un jardinero, en cambio, "trabaja en colaboración con el complejo e impredecible proceso natural." Así son los jardines: no se crean, no se controlan en cada detalle minucioso –ni siquiera el mítico Paraíso– se cultivan, se eligen las mejores semillas, y se espera a que hagan lo suyo, confiando en un resultado plausible.

Carlos Murillo, ingeniero de formación, arquitecto y luego jardinero por vocación, nació en Culiacán –capital de clima extremoso del estado de Sinaloa– en 1925, estudió en la Universidad de Guadalajara, de la que se recibió en 1948. Estudió ingeniería pues en aquella época aun no existía la carrera de arquitectura en esa ciudad –fue fundada por Ignacio Díaz Morales y otros conocidos arquitectos de la región en 1949–. De vuelta a Culiacán en los años cincuenta, Murillo construye su primera obra, la casa de Francisco Ritz; un claro ejemplo de la influencia de la arquitectura internacional en México: muros sueltos, grandes ventanales, techo plano. La casa incluía también un patio con un jardín. Los jardines se convirtieron en su pasión y también en su oficio. Continuó diseñando casas y también sus jardines hasta que en 1986 logró convencer al entonces gobernador del estado para que le cediera unos terrenos vecinos a la Universidad y fundar ahí el Jardín Botánico de Culiacán. Poco a poco, Murillo transformó aquel terreno no sólo en un jardín sino en un espacio didáctico. En los años noventa, Agustín Coppel, empresario de la región, le encargó a Murillo el diseño de la jardinería para un fraccionamiento que planeaba. La relación culminó con la asociación de la colección de plantas de Murillo y parte de la colección de arte de Isabel y Agustín Coppel. Hoy, además de las más de mil especies vegetales, el jardín incluye obras a cargo de 35 artistas contemporáneos, bajo la curaduría de Patrick Charpenel.

Principal: El colectivo mexicano Tercerunquinto interviene el paisaje con su proyecto Ruinas/Nueva Arquitectura, el cual se encuentra rodeado por la arquitectura de Tatiana Bilbao. Arriba: Fundado en 1986 por Carlos Murillo Depraect, el jardín cubre un área aproximada de 10 hectáreas y resguarda más de mil especies vegetales. Con una población de más de un millón de habitantes, la ciudad de Culiacán está localizada a 80km del Pacífico.

Como corresponde a un jardín, el botánico de Culiacán creció y se modificó a lo largo del tiempo –lo que era parte fundamental, cuenta Coppel, de la ideología paisajística de Murillo–. Para organizar el espacio y proveer los edificios necesarios para servicios de apoyo tanto a la colección de plantas como a la de arte, se invitó al despacho de Tatiana Bilbao, quien a su vez, tras la muerte del ingeniero Murillo, colaboró con el Taller de Operaciones Ambientales en el diseño y organización del paisaje. La primera tarea de Tatiana Bilbao fue organizar el jardín botánico a partir de senderos que definieran distintas zonas. Tras intentar varios métodos para trazar dichas sendas, optaron por uno que, de algún modo, justifica la ausencia de método o, más bien, de un método abstracto que trabaja a distancia, desde el aire. Las veredas en un jardín ya hecho o, más bien, ya en marcha, se trazan andando: es la repetida búsqueda del claro y del sendero más amable lo que organiza el espacio del jardín. Así, la estratagema fue sobreponer la imagen borrosa de unas ramas –de un árbol cualquiera del mismo jardín– sobre la planta del sitio para luego conciliar la traza sugerida con lo existente.

Los caminos así trazados generaron distintas zonas en el jardín en las que, además de las diversas especies vegetales, se han ido instalando las obras de los 35 artistas invitados –Dan Graham, Richard Long, Teresa Margolles, Tercerunquinto, Francis Alÿs, Olafur Eliasson, entre muchos otros.

Una quinceañera posa debajo de la instalación de Sofía Táboas, titulada Plataforma elevada con plan extraterrestre.

También en esas zonas entre las veredas se encuentran los distintos servicios: tres módulos para servicios educativos y un pequeño auditorio abierto. Construidos en un cuidado concreto aparente, los distintos cuerpos son monolitos de formas que se alejan de lo ortogonal sin abusar de distorsiones efectistas. Amables y luminosos búnkeres, son forma y estructura a un tiempo que no buscan confundirse con el entorno vegetal ni en sus estrategias compositivas ni en sus acabados, pero que tampoco fuerzan el contraste.

Como el jardín en que se inscribe, es una obra en marcha: abierta, definida en intenciones aunque variable en sus detalles.
Un auditorio al aire libre para más de 70 personas da la bienvenida al jardín con un video de 7 minutos que explica la génesis y la organización del Jardín Botánico.

El proyecto sigue en curso, tanto la construcción de algunos elementos ya diseñados como el diseño de otros nuevos. Estos últimos responden a los intereses actuales de la oficina: no serán ya como grandes rocas que evitan el ángulo recto sino, al contrario, seguirán formas simples, acaso icónicas –Tatiana Bilbao las define como geometrías ya descritas. Así el proyecto crece y, de alguna manera, se cultiva. Como el jardín en que se inscribe, es una obra en marcha: abierta, definida en sus intenciones aunque variable en sus detalles. Una obra donde la arquitectura quiere aprender del ingeniero que se volvió jardinero. Alejandro Hernández Gálvez (@otrootroblog)

El centro educativo, dividido en tres volúmenes separados contiene un salón de clases y un auditorio para actividades pedagógicas.
El centro educativo, dividido en tres volúmenes separados contiene un salón de clases y un auditorio para actividades pedagógicas.
Sobre su pieza "Game is Over", Francis Alÿs cuenta la siguiente historia: "el 20 de marzo de 2011 dejé la Ciudad de México y conduje hacia el norte, hasta Culiacán. En cuanto llegué, estrellé mi coche contra un árbol. La naturaleza hará el resto."
Dan Graham diseño un pabellón de tres paneles curvos. Uno de los muros es una mata de arbustos mientras los otros dos son láminas de cristal reflejante. La estructura encuadra el paisaje creando un interesante juego de transparencias.
Instalación de Teresa Margolles, Sin título